Hace más de 200 millones de años, en el periodo Triásico, el término de Pinoso estaba cubierto por lagunas costeras marinas con aportaciones continuas de agua salada.
Con el transcurso del tiempo, la evaporación de estas lagunas dio origen al depósito de evaporitas y rocas asociadas (sal, yeso y dolomías). A partir de ese momento la sal se fue recubriendo con diferentes sedimentos (estratos) y quedó en los niveles inferiores. El peso de los sedimentos jurásicos y posteriores que fueron depositados comprimieron la sal y, debido a su plasticidad y baja densidad, se generó una situación metaestable. Esta situación permaneció durante millones de años hasta que se inician movimientos laterales y comienza a ascender hacia lugares de menor presión de la cobertera, hasta que por algún movimiento de la corteza terrestre las rocas de la superficie se fracturaron ligeramente y la sal ejerció una fuerza en sentido ascendente sobre los estratos superiores.
La forma que actualmente tiene la sal es semejante a la de una seta, es decir, el tronco es la sal que rellena la chimenea de salida y la parte superior más ancha, es la sal volcada y extendida lateralmente sobre las rocas confinantes a medida que asciende sobre la superficie. Geomorlógicamente esta formación recibe el nombre de “Domo”. En geología se la conoce bajo el nombre de “Diapiro” por la intrusión de la sal sobre los sedimentos que existen por encima , si bien no todos los domos constituyen diapiros.
El domo de Pinoso, también conocido como Cabezo de la Sal, es uno de los mejores ejemplos de España e incluso de Europa de diapiro Triásico clásico, además de constituir un relieve positivo. Habitualmente los afloramientos diapíricos suelen coincidir con depresiones (relieves negativos) o relieves poco pronunciados debido a la alta erosionabilidad de los materiales evaporíticos y de las arcillas que suelen acompañarles, como por ejemplo el Diapiro de Altea en la provincia de Alicante.
De todos los materiales que componen el Cabezo de la Sal: halita, yeso, arcillas y margas arcillosas, es sin duda la halita la que tiene una importancia destacada, aunque en épocas pasadas existieran canteras que explotaban el yeso. La sal tiene espesores de 50 ó 100 metros en los bordes más alejados del centro y de más de 900 en la chimenea o el tronco de la seta. La cobertera o capa de yesos y arcillas que recubren la sal tienen espesores entre 10 y 140 metros.
En el Cabezo de la Sal aparecen cuarzos de diferentes colores: rojos o hematoideos (también conocidos como “Jacintos de Compostela”), negros o ahumados, blancos y transparentes (hialinos). El yeso puro es incoloro, pero cualquier impureza hace que varíe su color formándose yesos grises (debido a las partículas de limos y arcillas), rojizos (debido a los minerales de hierro), verde, pardo, etc.
Dolinas, simas y túmulos
Las dolinas son depresipnes cónicas del terreno, con forma de embudo generalmente, y de fondo plano que actúa de sumidero recogiendo las aguas pluviales. Existen dos principales tipos de dolinas: de disolución y de colapso. En el Cabezo de la Sal se encuentran las dolinas de los Palo- mos, de la Mula, de Talía, de la Cueva del Agua, etc. La sima es conducto vertical producto de la disolución de la roca. Los túmulos son abombamientos de la capa más superficial del yeso producido a favor de discontinuidades previas (estratificación). Se generan formas convexas huecas como consecuencia de procesos de disolución-reprecipitación capaces de ejercer presiones laterales en pequeñas fisuras, o bien en virtud de cambios mineralógicos (anhidrita-yeso). Los túmulos son formaciones muy peculiares exclusivas de los yesos y se han determinado en Sorbas y en Pinoso. En algunos casos estas estructuras han sido utilizadas como almacén por los lugareños.
La Cueva del Gigante
La Cueva del Gigante se desarrolla en una espectacular mole sub-superficial de sal excavada en la roca. Desde épocas pasadas la extracción de halita iba destinada al consumo humano, y principalmente para el ganado.
Fuente: EL DOMO SALINO DE PINOSO.
Autores: Cerdá, J.A.; Fresno, M. M.; Gómez, M. A.; Monzó, J. C. y Sánchez, C. (2004)